El existencialismo [sobre el espacio]

El espacio, como experiencia actual, representa también una incitación: urge hacer algo que se oponga al hecho de que somos tan infinitesimalmente pequeños en comparación con el espacio que nos circunda. El ideal del gran héroe que, como Alejandro o Napoleón, se proyecta hacia fuera para aumentar su propia talla conquistando espacio, subyugando a los pueblos y añadiendo así poder y territorios a su propia estatura, ha sido siempre uno de los más poderosos ideales, tanto para los héroes mismos como para sus admiradores, porque el conquistar y adquirir directamente más espacio parece ser la más simple reacción frente a la aplastante inmensidad de la tierra toda. Idéntico impulso es, probablemente, el que mueve a procurar los desarrollos técnicos encaminados a recorrer el espacio a velocidades cada vez mayores. Mas todos estos afanes son, con toda evidencia, fútiles: aún cuando un hombre conquistase la tierra entera, aunque como sucede ahora, podamos llegar a los más lejanos confines en un tiempo pasmosamente corto, la humanidad seguirá siendo, a pesar de ello, infinitesimalmente pequeña en comparación con el universo, y esta situación apenas la modificará ni la misma invasión de los espacios cósmicos por el hombre. La cuestión del espacio requiere una respuesta diferente. No podemos tal vez esperar hacernos iguales al espacio en términos espaciales, pero sí que podemos tener esperanza de llegar a encontrar nuestro debido puesto en el universo. Si un hombre cumple bien su tarea, si hace algo que él considera de importancia incuestionable, logrará una armonía tal que en ella su certidumbre interior haga insignificante su pequeñez externa.