Historia del Rey Transparente

—¿Has estado leyendo los libros?
—No, Madre. Sólo he visto los títulos.
Matilde de Anjou suspiró.
—Está bien. Es decir, no, está muy mal. Has traicionado mi confianza.
—-Lo sé, Madre. El arcón estaba abierto y no he podido resistir la curiosidad. He hecho mal y os pido perdón.
—La curiosidad es el atributo de los sabios..., es el hambre de la inteligencia. Pero si la curiosidad no se domestica con una estricta disciplina, puede convertirse en mera necedad y en imprudencia. Eres una mujer cultivada, Leola. Deberías saber que hay libros peligrosos.
—¿Los hay?
—Tal vez me haya expresado mal. Puede que lo peligroso no sean los libros, sino lo que los humanos hacemos con ellos. La Tabla de la Esmeralda, por ejemplo... Encandilados y ofuscados por los tesoros que el libro promete, muchos alquimistas han errado el camino y han terminado convertidos en lo contrario de lo que ansiaban ser.
—Lo sé, Madre..., lo sé.
Debí de decirlo con tal convicción que, por un momento, Matilde de Anjou perdió su compostura hierática y me miró inquisitivamente. Su momentáneo interés la humanizó, hasta el punto de que me atreví a seguir hablando:
—Os pido nuevamente perdón por mi comportamiento y os aseguro que no volverá a ocurrir, pero... Uno de los libros me ha llamado mucho la atención y me gustaría poder saber algo más sobre él... Es el titulado Historia del Rey Transparente...
La abadesa agitó enérgicamente su mano en el aire, ante su cara, como apartando un humo inexistente.
—No te busques complicaciones innecesarias, Leola. Bastantes problemas tienes ya. Además, hay libros malos, como éste, que no se merecen que los recordemos. El olvido es su mejor castigo y nuestra mayor defensa.
Pensé en los anales mentirosos que Mórbidus redactaba en el castillo de Ardres y no pude por menos que darle la razón a la abadesa. Pero aun así insistí.
—Sí, Madre, pero...
—Escúchame bien: como buena cristiana que soy, creo en el libre albedrío..., es decir, creo en la libertad última del ser humano para escoger entre el bien y el mal y labrar su sino. Sin embargo, hay pueblos que creen en la fatalidad, que piensan que la vida de los hombres está escrita con tinta indeleble en grandes libros. Éste es uno de esos textos. Una historia antigua. Un libro del destino. Yo, ya te lo he dicho, no creo en esas cosas... Pero ya soy vieja, y en mi vieja vida he podido ver sucesos muy extraños. He visto, por ejemplo, cómo los hombres son capaces de precipitarse hacia aquello que más temen, como polillas atraídas por la llama. Y he visto cómo el mero hecho de creer en el destino provoca justamente que ese destino se cumpla. La Historia del Rey Transparente es un texto poderoso que produce efectos porque ha sido creído por demasiadas personas durante demasiado tiempo. Al leer el libro puedes tener la debilidad de pensar que lo que lees ocurrirá de modo irremediable, y con ello, sin darte cuenta, lo estás convirtiendo en realidad. Cuando lo cierto es que, más allá de la muerte, no hay nada irremediable, salvo la propia cobardía. Los hombres suelen llamar destino a aquello que les sucede cuando pierden las fuerzas para luchar.


Rosa Montero

Comentarios

  1. ¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino.

    Lo dijo un amigo tuyo

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  2. Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez.

    de escritor algo famoso

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