Manos y planetas

Estoy convencido de que anoche rompimos la barrera de la identidad. La de la luz o la del sonido no son nada al lado de la barrera de la identidad. Nos fuimos poniendo cada vez más borrosos, hasta que desaparecimos del todo. Pensamos que la cosa iba a detenerse en un punto razonable, un punto desde el cual todavía pudiese divisarse México, por ejemplo, pero no, nada de eso, desaparecimos del todo. Y yo tuve un vértigo adicional: sentado en la silla del bar, la pantalla me mostraba cómo la Tierra iba disminuyendo de tamaño, es decir, cómo yo, la silla, el bar, la pantalla y la tierra que mostraba la pantalla, achicándose, íbamos siendo apretados por el puño del cosmos que se cerraba, vertiginosamente, hasta macerar nuestros cuerpos y convertirlos en una lava endurecida.

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