Tratado de Armonía

... ningún arte resulta tan obstaculizado por sus propios profesores como la música. Pues nadie vela más celosamente sobre una propiedad que aquél que sabe que, estrictamente hablando, no le pertenece. Cuanto más difícil es la legitimación de tal propiedad, mayor es el empeño en demostrarla. Y el teórico, que habitualmente no es artista o lo es en grado ínfimo (es decir: no lo es), tiene así todas las razones para esforzarse en asegurar su innatural posición. Sabe que el alumno, la mayor parte de las veces, aprende a través del modelo que le suministran los compositores en sus obras maestras. Y si el alumno pudiera acercarse a la composición musical como a la de un cuadro, si hubiera talleres de composición musical como los hay de pintura, se vería claro cuán superfluo - e incluso nocivo - es el teórico de la música. Y como éste se da cuenta de la situación, busca su defensa creando sustitutivos del modelo vivo: la teoría, el sistema.
No quiero entablar polémica contra los que se esfuerzan en encontrar las leyes hipotéticas del arte. Tales esfuerzos son necesarios. Son necesarios, ante todo, para alimentar la tensión mental del hombre. El impulso más noble de todos, el impulso de conocer, nos impone el deber de buscar. Y una doctrina errónea basada en una búsqueda honrada vale mucho más que la presuntuosa seguridad de aquellos que se oponen a tal búsqueda porque creen ya "saber" -¡saber sin haber buscado por sí mismos!. Nuestra preocupación debe ser meditar continuamente sobre el misterioso origen de la actividad artística. Pero empezando siempre desde el principio; observando una y otra vez e intentando organizar y reagrupar las cosas de nuevo por nosotros mismos. No considerando nunca como dado más que las apariencias. Estas deben considerarse como eternas con mucha más razón que las leyes que uno cree encontrar. Debemos, ya que las conocemos bien, llamar con más derecho "ciencia" a nuestro conocimiento de las apariencias que a aquellas suposiciones con las que intentamos explicarlas.
Sin embargo, también tales suposiciones tienen su legitimidad: como intentos, como resultados de un esfuerzo mental, como gimnasia del espíritu; incluso muchas veces como grados de ascenso hacia la verdad.
Si la teoría del arte se contentase con esto, si se considerase pagada con lograr una búsqueda honrada, nada tendríamos contra ella. Pero quiere ser más.

Arnold Schönberg

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