Por qué el budismo es verdad: La ciencia y flosofía de la meditación y la iluminación (III)
Al mirar hacia abajo, vi a una lagartija totalmente inmóvil, seguramente debido a que ya me había visto. Mientras la veía mirar nerviosamente a su alrededor y calcular cuál iba a ser su siguiente movimiento, mi primer pensamiento fue que el comportamiento de esta lagartija estaba gobernado por un algoritmo relativamente simple: si ves una criatura grande, quédate totalmente quieta; si la criatura se acerca, corre. Pero luego me di cuenta de que, aunque mis propios algoritmos de comportamiento son mucho más complejos, muy bien podría existir un ser tan inteligente que, a sus ojos, yo pareciese tener una mente tan simple como a mí me parecía la de aquella lagartija. Cuanto más pensaba en ello, más cosas en común me parecía que teníamos. Ambos fuimos arrojados a un mundo que no elegimos, ambos nos encontrábamos a las órdenes de ciertos algoritmos de comportamiento que no elegimos, y ambos intentábamos hacer lo mejor que podíamos con las condiciones que nos habían sido dadas.
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