La costa más lejana

Esta calamidad asolando las tierras. Las artes del hombre olvidadas. El cantor enmudecido. El ojo ciego. ¿Y entonces? Un falso rey reinando. Reinando para siempre. Y sobre los mismos súbditos para siempre. No más nacimientos; no más vidas nuevas. No más niños. Sólo lo que es mortal engendra vida, Arren. Sólo en la muerte hay renacimiento. El Equilibrio no es inmovilidad. Es un movimiento... un eterno devenir.
—Pero ¿cómo los actos de un hombre, la vida de un solo hombre pueden perturbar el Equilibrio del Todo? Seguramente eso no es posible, no debería permitirse... —Se interrumpió de golpe.

—¿Quién permite? ¿Quién prohíbe?

—Yo no lo sé.

—Ni yo.

Casi con encono, y con terquedad, Arren preguntó: —Entonces, ¿cómo es posible que estéis tan seguro?

—Sé cuánto mal puede hacer un hombre —dijo Gavilán, y la cara cruzada de cicatrices se le contrajo, pero más de dolor que de cólera—. Lo sé porque yo lo he hecho. He hecho el mismo mal, movido por la misma soberbia. Abrí la puerta entre los mundos. Un resquicio apenas, un pequeño resquicio, sólo para demostrar que yo era más fuerte que la muerte misma. Era joven, y aún no había encontrado la muerte... como tú... Costó la fuerza del Archimago Nemmerle, su maestría y su vida, cerrar esa puerta. Puedes ver en mí, en mi cara, la marca que esa noche me ha dejado. Pero a él lo mató. Oh, la puerta entre la luz y las tinieblas puede ser abierta, Arren; requiere fuerza, mas se puede hacer. Pero volver a cerrarla, eso es otra historia.

—Pero con seguridad lo que vos hicisteis no era lo mismo...

—¿Por qué? ¿Porque soy un hombre bueno? —Aquella frialdad semejante a la del maestro de esgrima estaba otra vez en la mirada de Gavilán—. ¿Qué es un hombre bueno, Arren? ¿Es un hombre bueno aquel que no haría el mal, aquel que no abriría la puerta que da a las tinieblas, aquel que no lleva la oscuridad dentro de él? Mira de nuevo, muchacho. Mira un poco más lejos. Tendrás necesidad de cuanto aprendas, para ir adonde tienes que ir. ¡Mira dentro de ti! ¿No oíste una voz que te decía Ven? ¿No la seguiste, acaso?

—Sí. Pero yo... yo creí que esa voz era la de él.

—Era la de él. Y era la tuya. ¿Cómo podría hablarte a ti y a todos los que saben escuchar si no con vuestra propia voz?

—¿Por qué vos no la oís, entonces?

—¡Porque no quiero oírla! —dijo con vehemencia Gavilán—. Yo había nacido para el poder, lo mismo que tú. Pero tú eres joven. Tú estás en las fronteras de lo posible, en el país de las sombras, en el reino del sueño, y oyes la voz que dice Ven. Como la oí yo, una vez. Pero yo soy viejo. Yo ya he hecho mi elección, he hecho lo que tenía que hacer. Ahora estoy a la luz del día, frente a mi propia muerte. Y sé que sólo hay un poder que valga la pena tener. Y ése es el poder, no de tomar, sino de aceptar. No de tener, sino de dar.

Jessage estaba ahora lejos detrás de ellos, una mancha azul en el agua.

—Entonces yo soy su servidor —dijo Arren.

—Sí. Y yo el tuyo.

Comentarios

  1. Hermoso pasaje Lucila, ¡Mira dentro de ti! ¿No oíste una voz que te decía Ven? ¿No la seguiste, acaso?
    —Sí. Pero yo... yo creí que esa voz era la de él.Era la de él. Y era la tuya. ¿Cómo podría hablarte a ti y a todos los que saben escuchar si no con vuestra propia voz?Brillante!!!!!!

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  2. "Y sé que sólo hay un poder que valga la pena tener. Y ése es el poder, no de tomar, sino de aceptar. No de tener, sino de dar". Que increíble es volver a leer un texto, hoy me resonó este pasaje, y quizás mañana.......??????

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