Los Bogavantes

Raskolnikov había llegado hasta el umbral, después sintió vértigo y volvió como una rata. No encontró otra puerta de entrada mejor que el asesinato de las dos viejas usureras. Matándolas se volvió a sentir adecuadamente culpable: hasta poder aceptar el castigo. El castigo era la protección. Significaba refugiarse del vértigo: volver al engranaje con el título de asesino, con conciencia de culpabilidad. Su alivio cobarde: dejar atrás ese temblor donde había empezado a desencadenarse su libertad. Su verdadera libertad.
Es necesario aceptar el vacío y el terror sin volverse a las inútiles seguridades. No dejarse tentar por los refugios, incluso la muerte.
[...]
Cuando se alcanza un refugio se da la vida por hecha.

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