La política y el idioma inglés

La tendencia general de la prosa moderna es alejarse de la concreción. [...] lo peor de la escritura moderna no consiste en elegir las palabras a causa de su significado e inventar imágenes para hacer más claro el significado. Consiste en pegar largas tiras de palabras cuyo orden ya fijó algún otro, y hacer presentables los resultados mediante una trampa. El atractivo de esta forma de escritura está en que es fácil. Es más fácil —y aun más rápido, una vez que se tiene el hábito— decir: "En mi opinión no es un supuesto injustificable" que decir "Pienso".
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El empleo de metáforas, símiles y modismos trillados ahorra mucho esfuerzo mental, a costa de que el significado sea vago, no sólo para el lector sino también para el que escribe. Ésta es la importancia de la mezcla de metáforas. El único fin de una metáfora es evocar una imagen visual. Cuando estas imágenes chocan —como "El pulpo fascista cantó la canción del cisne", "la bota militar fue arrojada al crisol"— se puede dar por cierto que el autor no está viendo la imagen mental de los objetos que está nombrando; en otras palabras, que no está pensando realmente.
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La gente que escribe de esta manera manifiesta un significado emocional general —detesta una cosa y quiere expresar solidaridad con otra—, pero no está interesada en los detalles de lo que está diciendo. En cada oración que escribe, un escritor cuidadoso se hace al menos cuatro preguntas, a saber:
¿Qué intento decir?
¿Qué palabras lo expresan?
¿Qué imagen o modismo lo hace más claro?
¿Esta imagen es suficientemente nueva para producir efecto?

Y quizá se haga dos más:
¿Puedo ser más breve?
¿Dije algo evitablemente feo?

Pero usted no está obligado a encarar todo este problema. Puede evadirlo dejando la mente abierta y permitiendo que las frases hechas lleguen y se agolpen. Ellas construirán las oraciones por usted —y, hasta cierto punto, incluso pensarán sus pensamientos por usted— y si es necesario le prestarán el importante servicio de ocultar parcialmente su significado, aun para usted mismo. A estas alturas, la conexión especial entre política y degradación del idioma se torna clara.
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El estilo inflado es en sí mismo un tipo de eufemismo. Una masa de palabras latinas cae sobre los hechos como nieve blanda, borra los contornos y sepulta todos los detalles. El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad. Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un pulpo que suelta tinta para ocultarse.

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